Hoy es el día, el tan anhelado día, después de miles de prácticas, de tropiezos y aciertos, mi suerte estaba echada. Dentro de unos momentos subiría a ese amplio espacio azul, acolchonado, delimitado por una delgada línea blanca. Sí el sitio que una vez fue mi amigo, mi refugio, estaba apunto de convertirse en la arena de batalla. De repente escucho mi nombre retumbar dentro de aquel espacio, me invito a moverme pero mi cuerpo parece estar plantado en el suelo, logro levantar mis piernas que para ese momento me pesan toneladas, camino unos escasos 10 pasos para cuando estoy al borde da la pedana. Al parecer la extraña sensación de pesadez se ha ido quedando con cada paso dado, sin embargo aun en mi estomago siento como un ejército de mariposas van de aquí para allá.
Respiro hondo y pido a Dios que me ayude, mientras mi pie toca la tela azul que recubre el escenario. Camino en punticas como es de costumbre, levanto mis brazos y saludo a los jueces y al público y me dirijo a una de las esquinas y tomo la posición inicial. Para ese momento sentía que me temblaba todo y mantener la sonrisa era cada vez más difícil, mis manos estaban gélidas mientras notaba como todas las miradas estaban posadas en mí.
De repente suena aquel ¡pup! tan conocido, instantes antes de que inicie la melodía que durante 3 minutos acompañaría mi ejercicio. Así comencé la coreografía que había ensayado uno y otra y otra ves. Nunca me había parecido tan difícil, sin embargo mis nervios parecían hacer cosas maravillosas, ya que aunque me dominaban e impedía siquiera que escuchara la música con la realizaba la rutina, hacían que hiciese a perfección cada figura, mi flexibilidad mejoró y hasta parecía saltar más alto. Cada segundo parecía una eternidad a mi forma de ver todo estaba paralizado en cuanto a tiempo y espacio lo único que se movía era mi cuerpo, mi cabeza estaba en blanco y de vez en cuando me preguntaba que sigue, sin obtener una respuesta, sólo mi cuerpo se movía sinérgicamente como guiado por unos hilos mágicos.
Por fin la última secuencia de ejercicios, la mas difícil, y si salía bien, la más llamativa y posiblemente la que haría que los jueces me dieran un 8. De repente y en el antepenúltimo salto mi pie toca aquella reluciente y delgada línea blanca. Fue allí cuando sentí como un corrientazo subía a través de mi pierna, por mi columna vertebral y terminaba de anular los últimos sentidos que me quedaban. Me impulse hacia tras para hacer la ultima figura y quedar en mi posición final. Pero nada de lo que había hecho o hiciera podría recuperar lo que hice en ese pequeño instante, el daño ya estaba hecho, mi sueño de la calificación de 8 se desvaneció por milésimas de segundo.
Termine en una posición dramática apenas como para el momento mi espalda estaba arqueada hacia atrás mientras uno de mis pies tocaba mi cabeza y el otro hacia un pequeño triangulo con el suelo. Me levanté lentamente, mientras mis ojos se empezaban a nublar por las crecientes ganas de llorar, pero no podía permitir que eso terminara de acentuar mi error. Saludé nuevamente al público y al jurado y Salí de la pedana. Parada en la esquina mi entrenadora me miraba y me decía que no me preocupara que había salido muy bien y que por ese acontecimiento la amonestación no era tan dura. Pues si me hubiera salido en vez de pisar la línea hubiera sido peor. Con cierto recelo y nerviosismo si es que para ese momento me quedaba alguna célula nerviosa viva esperé el resultado.
Nuevamente mi nombre retumbo entre las paredes del recinto pero esta vez seguida de las puntuaciones obtenidas. Al final no obtuve el 8 que esperaba, pero me conformaba con el 7,56 que me dieron, como había dicho el daño ya estaba hacho y la amonestación fue de 0,4 lo suficiente como para quitarme las esperanzas de estar entre las ganadoras. Pero al parecer no todo estaba perdido porque al final de la tarde obtuve la medalla de bronce en suelo y otra en salto pero esta vez fue de plata. Aunque no fue la proeza del día, ni el nuevo talento de la gimnasia aquellas cosas metálicas, redondas y brillantes hacían que mi corazón se reconfortara. Y algo me decía en mi mente tranquila esta fue tan solo la primera vez.
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